Antonio Jurado Bueno es más que un sanador de dolores musculares. Postrado en la camilla, el paciente cae rendido a la habilidad, sapiencia y delicadeza de este fisioterapeuta que empezó trabajando en el chiringuito familiar, estudió Enfermería, ha escrito cuatro libros y ha terminado curando males imposibles -así parece para los neófitos-, de personas anónimas y de deportistas de élite que acuden a su clínica casi con devoción, tal es el grado de recuperación tras pasar por sus manos. No hay contractura que se le resista.
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